Los habitantes de aquellas casas en época nazarí eran estudiosos, trabajadores, artesanos y agricultores que llenaban de vida el barrio del Albaicín.
Pero tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos y la expulsión definitiva de los moriscos en el reinado de Felipe III (1609-1616), los residentes originarios huyeron y consecuentemente la población autóctona mermo de manera considerable.
Por ese motivo, fue necesario repoblar el Albaicín con otros pobladores, que desafortunadamente, desconocían el funcionamiento y la vida que se generaba en aquellas calles.
Este hecho tuvo consecuencias devastadoras para la zona y supuso una gran pérdida de la riqueza musulmana de la medina cadima o ciudad vieja.
Se derrumbaron pequeñas casas, mezquitas y baños, que fueron sustituidas por iglesias, conventos y casas de gran tamaño.
Además del cambio arquitectónico que sufrió la zona en manos cristianas, hubo otros acontecimientos que dañaron gravemente el patrimonio histórico artístico del barrio del Albaicín, entre ellos destaca: