Hagamos un inciso para imaginar, las sensaciones que debió producir esta estancia en aquellos que vislumbraban al rey tras una celosía, con la única luz que traspasaba aquel tragaluz.
Tuvo que ser, sin lugar a dudas, un lugar que atemorizaba e intimidaba a aquellos que esperaban ser ajusticiados.
Todo eso cambió con la llegada de los cristianos, esta estancia sufrió múltiples cambios, se cerró el tragaluz y se abrieron ventanas, pero el cambio más drástico, fue el que sufrió con Carlos V (1537-1544) al convertirla en capilla y construir un balcón de madera para el coro.
Pero pese a todo ello, es en este lugar, donde podemos ver la integración de elementos árabes y cristianos.
Sólo debemos observar detenidamente el zócalo, donde veremos el emblema de la dinastía nazarí, el escudo del cardenal Mendoza, las águilas bicéfalas de los Austrias y las columnas de Hércules del escudo imperial.
Por último, centremos nuestra visión en la entrada actual, donde encontramos las modificaciones más recientes y que afectaron a una de las columnas de Hércules, que fue trasladada al muro este, quedando la corona de la columna de Hércules sobre el marco de la entrada.